viernes, 20 de mayo de 2011

BAUTISMO DE FUEGO

Después de leer el post de Lu, creo q es bastante claro que mis entradas van a ser un poco menos “profundas”. O mejor dicho, sí van a ser profundas, pero en otro sentido. Habiendo relatado el inicio de lo que sería mi etapa noledigoquenoanada, creo que es momento de relatar mi primer experiencia en ese terreno.
Habiendo cortado con mi novio de hacía dos años, era hora de revolear un poco la chancleta. Y había una persona en particular a quien quería que alcance mi chancleta: Franco. La historia con Franco es una historia de histeriqueos constantes, de idas y venidas permanentes que duró unos 6 años. La macana es que, quien se había quedado con la sangre en el ojo la última vez, había sido yo. Por eso estaba dispuesta a ir por la revancha. Volviendo a la narración de los hechos, unos tres meses después de cortar con Gonzalo (creo que nunca aclaré que ese es el nombre de mi ex) fui a pasar un finde a Rosario, donde “oh casulidad!” estudia Franco. Voy a hacer un nuevo paréntesis en la narración. Para el momento en que mi “relación” con Franco se puso en stand by, allá por el 2006 cuando me rechazó porque estaba con otra, él era un rugbier alto, de espalda ancha, rulos rubios y ojos celestes. Al poco tiempo se lesiona la rodilla y tiene que dejar de hacer deporte. Pasó quizás un año en que no lo ví, y para cuando nos volvimos a cruzar HABÍA AUMENTADO 20 KILOS. Y no es mi intención tirar una cifra exagerada sólo para impresionar a quien está leyendo esto, no no, él realmente había aumentado 20 kilos. Además de ser lo más parecido a un paquete de yerba amorfo, se había cortado el pelo producto de una apuesta, por lo que poco quedaba de aquel pibe que, cuanto menos, era muy llamativo. No me importó. Yo estaba encacada en que quería “ir hasta el final” con él. Ese finde en Rosario –ciudad de más de un millón de habitantes- salimos “casualmente” al mismo boliche. No nos encontramos en toda la noche, pero cuando lo hicimos simulamos unos minutos que nos interesaba la vida del otro, para enseguida irnos al fondo a darnos unos besos. Terminó el boliche, pero era claro que las cosas entre nosotros estaban empezando. Le aviso a mis amigas que me hospedaban que no me iba a volver con ellas (quienes, obviamente, se la veían venir), y me voy con el gordo. Caminamos un poco de la mano por la costanera en un intento de romanticismo, para terminar “apretando” abajo de un árbol. En eso estábamos cuando pasa una moto cuyo conductor nos grita algo que sinceramente, no recuerdo fielmente, pero nos sugería que vayamos a un lugar más privado. Así que eso hicimos, nos acercamos a la avenida y paramos el primer taxi. Cuando estábamos por subir al auto, desde el otro lado Franco me advierte “Mira que la tengo chiquita”. “Mirá que la tengo chiquita” me dijo el muy hijo de puta. Asombrada de sus palabras, todavía dejaba un lugar a la posibilidad de haber escuchado mal, “Cómo?” le digo, “Que la tengo chiquita” responde él. No había dudas, el vago era muy consciente de sus limitaciones y quería ponerme al tanto para evitar cualquier sorpresa posterior. No sabía muy bien que responderle, cuál sería una respuesta inteligente a semejante declaración? así que me animé a decirle lo único que se me vino a la cabeza: “Más vale chiquita y juguetona, que grandota y dormilona”. Después de todo, ya estábamos en el baile, ahora había que bailar. Fuimos a su departamento, nuevamente fingimos que disfrutábamos de que yo conozca el lugar donde vivía. A los pocos minutos, enfilamos para la habitación. Además, no teníamos tanto tiempo, Franco estaba hospedando a unos amigos y les había pedido que hagan un poco de tiempo (si si, todos ellos sabían que en ese tiempo te estaban haciendo el cambiecito de aceite). En el cuarto las cosas se empezaron a poner hot, cuando él se acordó que no había arrimado los preservativos que estaban en la habitación contigüa. Así es que, vistiendo únicamente los calzoncillos (bóxer, gracias a diossss) se paró para dejarme ver un cuadro que quedaría grabado a fuego en mi retina: la luz del pasillo estaba prendida y la habitación estaba oscura; parado sobre el umbral de la puerta, de medio perfil, pude ver su tan poco sexy figura recortada a contraluz, con los flotadores de esos que son tan propios de las mujeres, saliendo por encima del elástico de su calzoncillo. No me importó. Volvió con lo prometido y todo se fue a la mierda en poco tiempo. Pero en menos tiempo acabó. Si si, además de manicero, poco aguantador. No alcanzamos a meterle despliegue, que ya todo se había terminado. Y yo? Bien, gracias. Pero esto no termina acá. Para terminar de completar el cuadro patético y llevarse el premio al peor polvo de la historia, a él se le sale el preservativo. Seis de la mañana en una ciudad que no conocés, terriblemente desilusionada por lo que acababa de pasar (o mejor dicho, por lo que no acababa de pasar) y tenés que lidiar todavía con un potencial embarazo indeseado. Salimos en busca de la famosa pastilla del día después y para cuando volvimos a su departamento, sus amigos ya estaban ahí. Obviamente, no di la cara. El entró, buscó una botella de agua sin dar demasiadas explicaciones, y se fue. O sea que, recapitulando, no sólo sabían que me había hecho el service, sino que ya podían imaginarse lo mal que había salido. En la puerta del edificio me tomé la pastilla y me subí al primer taxi. Volví al departamento de mis amigas bastante frustrada. Pero eso no impidió que me acueste con una sonrisa: después de todo, había saldado lo que hacía tiempo estaba pendiente. 

1 comentario:

  1. aaaaaaaaaaaaah jajajajajajajajaja no no no no es muy bueno! citaría unas cuantas frases pero mas q nada creo q TE ESTOY ESCUCHANDO decir "o mejor dicho, por lo q no acababa de pasar" y "yo? bien gracias" jajaja escribis muy lindo Cletu (exceptuando algunas metáforas del siglo pasado HDMILP!!!) :)lu

    ResponderEliminar