domingo, 22 de mayo de 2011

Todos los domingos… todos los domingos ♫♪

Si de confesiones se trata yo les traigo una que es muy divertida… siempre soñé con un príncipe azul, capaz el teatro me hizo así, mucha comedia musical arriba tal vez o miles de temporadas mirando a Cris Morena… no se!
Cada vez que camino por la calle pienso que me voy a chocar con una chico bellísimo, que mis carpetas van a caer al suelo, que nos agachamos los dos para juntarlas, nos miramos a los ojos y somos felices para toda la vida pero… NUNCA ME PASA asique sigo imaginándolo!
Otra de las cosas que siempre pienso es que sería genial vivir como si estuviéramos dentro de una comedia musical, siempre son los días que me levanto de buen humor, cantando… hablo cantando, ordeno mi casa tarareando, saludo a mi mascota con un “arriba juan arriba juan ♫♪” o con un “buenos días su señoría mantantiru-Liru-Lá” ♫♪. Toooodoooo el día soy insoportable y esos son los días que cuando voy camino al teatro o la facu o donde sea me imagino una nueva historia.
Salgo de mi casa, estoy triste porque el chico del que estoy enamorada invitó al baile a otra chica (ajajajjajajajja) o se portó muy mal conmigo, entonces iría cantando una canción como por ejemplo “Jar of Hearts” de Chistina Perri, a mitad camino empieza a llover asique queda genial la imagen. Estando en el colectivo y mirando por la ventanilla lo veo pasar, él me ve, empieza a correr al colectivo y grita que baje, bajo, nos encontramos, nos miramos y cantamos juntos por ejemplo “Lucky” de Jason Mraz porque él de verdad se da cuenta de que conmigo es feliz y que hizo lo que hizo porque es un idiota que no se da cuenta de lo importante que soy para él (eso lo explica después de que cantamos la canción jajajajjaja). Nos vamos caminando juntos muy felices y yo le voy cantando una canción de amor como  conmigo estarás” del musical Wicked, la original cantan juntos pero ese sería mi momento!! jajajjaja. Viene el beso y final feliz….
Tienen que ser siempre historias sencillas y con final feliz porque las distancias q recorro no son muuuy largas salvo la que me imagino volviendo a casa… son tres horas de pura imaginación y creatividad que comienza ni bien el colectivo sale de la plataforma y como estoy viajando, la historia es un poco más dramática… me estoy yendo porque no se pudo concretar mi amor y busco canciones en el celular que acompañen y musicalicen el momento por ejemplo “lo que más” de Shakira o “Ilusión” de Julieta Venegas… pero mi historia preferida, sin lugar a dudas y como mi “etiqueta” lo indica es la que me creo tooodddooos los domingo en a misa! =D
Llego, me siento en el banco y antes de que empiece la misa miro para todos lados y lo detecto, trato de elegirlos morochos pero si no hay ese domingo bueno… no soy demasiado pretensiosa. Ahí no es imaginario acá me enamoro de verdad, lo veo ahí con una camisita, recién bañado, pituco para Dios y se me paraliza el corazón. Una de las cosas que me gustaría que tenga mi chico, es que vaya a misa y ya es un punto a favor para él que este ahí. Me imagino sentada al lado de él sin tanta historia ni tanta canción de por medio; los dos parados escuchando la palabra tomados de la mano, tal vez cansados porque fuimos al cumple de “mengano” los dos juntos la noche anterior o re felices porque venimos de tomar mates toda la tarde en el parque eso depende de mi estado de ánimo. Trato de que sea alguien que está cerca para que el pueda verme y a lo mejor diga… “mira esa chica… q bueno, viene a misa como yo y está sola”, me imagino comentarios, cosas que podríamos decirnos y bue…. empieza la misa… ahí me concentro pero siempre que puedo le hecho una mirada para ver que está haciendo… nunca me miran, ni salí con un chico de estos, pero en fin… es lindo pensar e imaginar que un día se puede hacer realidad mi historia de amor… se que va a llegar el día en que diga: “Feli…con papá nos conocimos un domingo en misa, somos MUY felices y comemos perdices”. Sigo imaginando... no se preocupen que tengo miles de historias para contar jajajja! =D

viernes, 20 de mayo de 2011

BAUTISMO DE FUEGO

Después de leer el post de Lu, creo q es bastante claro que mis entradas van a ser un poco menos “profundas”. O mejor dicho, sí van a ser profundas, pero en otro sentido. Habiendo relatado el inicio de lo que sería mi etapa noledigoquenoanada, creo que es momento de relatar mi primer experiencia en ese terreno.
Habiendo cortado con mi novio de hacía dos años, era hora de revolear un poco la chancleta. Y había una persona en particular a quien quería que alcance mi chancleta: Franco. La historia con Franco es una historia de histeriqueos constantes, de idas y venidas permanentes que duró unos 6 años. La macana es que, quien se había quedado con la sangre en el ojo la última vez, había sido yo. Por eso estaba dispuesta a ir por la revancha. Volviendo a la narración de los hechos, unos tres meses después de cortar con Gonzalo (creo que nunca aclaré que ese es el nombre de mi ex) fui a pasar un finde a Rosario, donde “oh casulidad!” estudia Franco. Voy a hacer un nuevo paréntesis en la narración. Para el momento en que mi “relación” con Franco se puso en stand by, allá por el 2006 cuando me rechazó porque estaba con otra, él era un rugbier alto, de espalda ancha, rulos rubios y ojos celestes. Al poco tiempo se lesiona la rodilla y tiene que dejar de hacer deporte. Pasó quizás un año en que no lo ví, y para cuando nos volvimos a cruzar HABÍA AUMENTADO 20 KILOS. Y no es mi intención tirar una cifra exagerada sólo para impresionar a quien está leyendo esto, no no, él realmente había aumentado 20 kilos. Además de ser lo más parecido a un paquete de yerba amorfo, se había cortado el pelo producto de una apuesta, por lo que poco quedaba de aquel pibe que, cuanto menos, era muy llamativo. No me importó. Yo estaba encacada en que quería “ir hasta el final” con él. Ese finde en Rosario –ciudad de más de un millón de habitantes- salimos “casualmente” al mismo boliche. No nos encontramos en toda la noche, pero cuando lo hicimos simulamos unos minutos que nos interesaba la vida del otro, para enseguida irnos al fondo a darnos unos besos. Terminó el boliche, pero era claro que las cosas entre nosotros estaban empezando. Le aviso a mis amigas que me hospedaban que no me iba a volver con ellas (quienes, obviamente, se la veían venir), y me voy con el gordo. Caminamos un poco de la mano por la costanera en un intento de romanticismo, para terminar “apretando” abajo de un árbol. En eso estábamos cuando pasa una moto cuyo conductor nos grita algo que sinceramente, no recuerdo fielmente, pero nos sugería que vayamos a un lugar más privado. Así que eso hicimos, nos acercamos a la avenida y paramos el primer taxi. Cuando estábamos por subir al auto, desde el otro lado Franco me advierte “Mira que la tengo chiquita”. “Mirá que la tengo chiquita” me dijo el muy hijo de puta. Asombrada de sus palabras, todavía dejaba un lugar a la posibilidad de haber escuchado mal, “Cómo?” le digo, “Que la tengo chiquita” responde él. No había dudas, el vago era muy consciente de sus limitaciones y quería ponerme al tanto para evitar cualquier sorpresa posterior. No sabía muy bien que responderle, cuál sería una respuesta inteligente a semejante declaración? así que me animé a decirle lo único que se me vino a la cabeza: “Más vale chiquita y juguetona, que grandota y dormilona”. Después de todo, ya estábamos en el baile, ahora había que bailar. Fuimos a su departamento, nuevamente fingimos que disfrutábamos de que yo conozca el lugar donde vivía. A los pocos minutos, enfilamos para la habitación. Además, no teníamos tanto tiempo, Franco estaba hospedando a unos amigos y les había pedido que hagan un poco de tiempo (si si, todos ellos sabían que en ese tiempo te estaban haciendo el cambiecito de aceite). En el cuarto las cosas se empezaron a poner hot, cuando él se acordó que no había arrimado los preservativos que estaban en la habitación contigüa. Así es que, vistiendo únicamente los calzoncillos (bóxer, gracias a diossss) se paró para dejarme ver un cuadro que quedaría grabado a fuego en mi retina: la luz del pasillo estaba prendida y la habitación estaba oscura; parado sobre el umbral de la puerta, de medio perfil, pude ver su tan poco sexy figura recortada a contraluz, con los flotadores de esos que son tan propios de las mujeres, saliendo por encima del elástico de su calzoncillo. No me importó. Volvió con lo prometido y todo se fue a la mierda en poco tiempo. Pero en menos tiempo acabó. Si si, además de manicero, poco aguantador. No alcanzamos a meterle despliegue, que ya todo se había terminado. Y yo? Bien, gracias. Pero esto no termina acá. Para terminar de completar el cuadro patético y llevarse el premio al peor polvo de la historia, a él se le sale el preservativo. Seis de la mañana en una ciudad que no conocés, terriblemente desilusionada por lo que acababa de pasar (o mejor dicho, por lo que no acababa de pasar) y tenés que lidiar todavía con un potencial embarazo indeseado. Salimos en busca de la famosa pastilla del día después y para cuando volvimos a su departamento, sus amigos ya estaban ahí. Obviamente, no di la cara. El entró, buscó una botella de agua sin dar demasiadas explicaciones, y se fue. O sea que, recapitulando, no sólo sabían que me había hecho el service, sino que ya podían imaginarse lo mal que había salido. En la puerta del edificio me tomé la pastilla y me subí al primer taxi. Volví al departamento de mis amigas bastante frustrada. Pero eso no impidió que me acueste con una sonrisa: después de todo, había saldado lo que hacía tiempo estaba pendiente. 

domingo, 15 de mayo de 2011

Relato de una confesión 2

En mi primer relato de confesión –seguido luego por infinitas charlas muy descriptivas con Anita-, habíamos acordado no contarle a Sofi aún, hasta que sea seguro, hasta que yo esté segura, hasta que vea que venía en serio. Sabíamos que era absolutamente en contra de sus creencias y filosofía de vida. Y como si eso fuera poco, hacía un tiempo había estado en discusión la legalización del matrimonio igualitario y nuestros intentos de conversar al respecto me habían dejado frescas sus opiniones al respecto; me habían puesto los pelos de punta, y me habían tocado el corazón un con palito. Pero más que eso creo que lo que nos mantuvo con la boca cerrada fue una suerte de “instinto protector”, de ese que dicen que tienen las madres: no queríamos que Sofi se pusiera mal infundadamente, quizás era algo pasajero. Y protección para mí sin duda también, las dos sabíamos lo que me lastimaría que Sofi no apoyara en mi nueva relación.  
En fin. Debía hacer ya, qué? 2 meses quizás. Menos. Que estaba saliendo con “mi chica”. Tiempo que si le restaba… un par de días? Horas? No… era el mismo tiempo que hacía que estaba completamente enamorada. Con toda la sintomatología correspondiente, por supuesto. Todas esas patéticas cosas que describen la Cosmo y mis amigas más pink. Girlies. Cursis. Como sea, era la lista de cosas del amor romántico de Hollywood que a mi no me caían muy bien. Pero me pasaban. Eso incluye: la cara de estúpida cuando te llega un mensaje, el colgarte mirando la pared y no seguir conversaciones, el sonreír sola cuando venís caminando, etc. Yo no sé en qué momento se me cruzó por la cabeza que Sofi no iba a detectar al menos ALGO de todo eso.
Estábamos de “juntada” en el quincho de la casa de Sofi. Fue otra de esas noches en las que no lográbamos juntar energías para salir y optábamos por tomar el té en vez de salir a bailar un sábado por la noche –cosa absolutamente instituida en nuestra superficial ciudad insurgente donde las opciones culturales son casi inexistentes. No puedo acordarme si se estaba hablando de alguna novela de la 1, de nuevas posiciones de kamasutra recientemente experimentadas por alguna de las chicas o de males de amores varios (de esos siempre hay 2 o 3); evidentemente poco me importaba en ese momento, estaba encapsulada con las hermosas declaraciones de amor y extrañitis de mi chica en ese momento, que recién se estaba animando a decirme que me quería, me extrañaba o que tenía ganas de besarme.
-          Berta, con quién te escribís? – me increpa Sofi, por suerte siempre sobre las  4 conversaciones simultáneas del momento que me permitieron no exponerme tanto.
-          Con una de las chicas boluda. – le contesto sin levantar la mirada del celu.
-          Con esa cara de boluda?
Nada. No me sale decirle nada. La miro, me muerdo el labio inferior y le levanto las cejas en clave de “andá vó!” y sigo escribiendo. Escribí un par más de mensajes en la siguiente media hora, comportamiento que, vale aclarar, en mi perfil de mujer-independiente-que-no-necesita-un-choma-un-sábado-a-la-noche no cuadraba en lo más mínimo.
-          Berta, en serio, a quién le escribís?
-          Sofiiii – con tono de “dejá de romper” – con la Batu boluda, no seas loca.
-          Ya te dije que no me cae bien esa chica.
-          Ya te dije que no la conocés. – le contesté rápido y abriéndole los ojos. En una visita médica a Santa Fe, cuando nosotras todavía no salíamos y en teoría tampoco nos sacábamos chispas aún, Sofi había compartido un rato de una cena con ella. No podía juzgarla más que por su aspecto, porque no cruzaron palabra, y a partir de eso era obvio que le cayera mal. Aro en la boca, tatuaje en la espalda y en el antebrazo, calzas floreadas y remera sin mangas y cuello alto. Definitivamente no era el perfil que Sofi aprobara para mis amistades. Menos para amoríos. Empezando porque era una mujer. Pequeño detalle.
Al ratito me paro al baño y ya sentada en el inodoro, se abre la puerta del baño.
-          So, estoy yo! – afirmación un tanto redundante considerando de que hacía 5 segundos que yo había cerrado la puerta del baño. Sofi se metió y yo no me detuve, por suerte algunas prácticas de amigas de secundaria se perpetuaban en nuestro camino a la adultez y todavía podemos hacer pis una en frente de la otra.
-          Berta largá.
-          El pis? Estoy en eso.
-          No te hagás la pelotuda, porqué no me contás?
-          Sofi de que hablás? – seguí, acordándome de lo mala que fui siempre para mentir.
-          Ya lo sé todo, que te pensás? – Me reí, pero todavía no me rendía:
-          Ya sabés qué?
-          Que andás en algo. Vos andás en algo, te la comés a la Batu.
Ya estaba. Ahí estaba yo, sin que me salga el chorrito, y ahí estaba ella, sacándome la ficha de una manera que yo todavía ahora leo como mágica. Sofi mágicamente me había sacado la ficha. Y yo no estaba en condiciones de negar nada en medio de esa fascinación temerosa que me había su declaración, cómo le iba a negar a una de mis mejores amigas de mi vida que estaba enamorada? Si ella ya lo sabía sin que se lo cuente… Para las chicas que estaban en el quincho debe haber sido el pichi más largo del mundo, pero para mi fue una oportunidad, aunque bizarra, buenísima para poder contarle a Sofi lo que había sentido, cómo había pasado todo y cómo estaba evolucionando últimamente. Las dos sentadas en el piso del baño, ella apoyada contra la puerta con los ojos muy abiertos, media sonrisa siempre, a veces mordiéndose el labio inferior y diciendo “Que estúpida” ante un relato simpático de los hechos. No le dí oportunidad a que meta bocado porque me daba terror. Quería contarle todo lo que podía, con la mayor cantidad de detalles, argumentos y sinceridad que podía para que ella se dé cuenta de lo importante que eso estaba siendo para mi y de lo convencida que estaba, y que tenga cuidado después con las palabras que iba a utilizar. Todavía ella no me había dicho nada y la puerta del baño le golpeó la espalda. Era Anita, que no sólo se había dado cuenta de que estábamos tardando mucho como el resto de las chicas, sino que también se imaginó el motivo y se sintió con la autoridad para irrumpir. Las afinidades en el grupo siempre fueron evidentes (y completamente normales a mi parecer) pero a Cleta le pareció prudente que nos mudáramos al menos a la cocina, para seguir hablando tranquilas, porque era evidente de lo que estábamos hablando y no era cuestión ni de dejar de hablar, ni de herir sensibilidades al pedo.
-          Viejas quién quiere café? O té? Nosotras hacemos.
En el camino a la casa, Sofi venía adelante y Anita me preguntó en señas si sabía. Me reí, entramos a la cocina, y le dije alto, para que Sofi escuchara:
-          No sé qué onda esta mina es bruja más que católica.
Nos reímos las 3 y Anita indagó a cerca del 6to sentido de Sofi, quién con aire de “a mi no se me escapa nada” dijo en realidad algo muy tierno:
-          Boluda la conozco, toda estúpida está y no para de nombrarla. ¿Por qué no me contaron?
Le contamos nuestras hipótesis y Sofi empezó con algo así como…
-          Viejas, me pone re triste que ustedes no me puedan contar cosas por lo que yo creo. Chicas esta es MÍ filosofía de vida, yo la elijo porque me hace feliz pero eso no significa que yo crea que esta sea la ÚNICA forma de ser feliz. Lu si esto es lo que a vos te hace feliz, lo que vos elegís y lo que te pone así toda estúpida y tierna, yo no puedo ir en contra de eso. Yo a uds. Las amo y lo que las haga feliz me va a ser feliz a mí.
Y la conversación siguió un rato más, con relatos anecdóticos, descriptivos y mucha risa. Pero eso es de lo que me acuerdo. Eso fue lo que me llenó el alma y lo que me dio la idea de tatuarme Love is all you need. Realmente el amor que nos teníamos iba más allá que cualquier cosa. Yo sabía que para Sofi, que me guste una mujer era “lo que me faltaba” en el perfil de persona que va a pasar MUCHO tiempo en el purgatorio, y sin embargo, ella me estaba diciendo que estaba feliz por mí. Y lo sentía, yo sé que lo sentía; y que lo siente con cada una de mis alegrías.